Independent Cinema Is More Conservative Than Ever. Let’s Talk About It
In 2022, I wrote this text about the state of independent film in Spain and posted it on Medium. Here’s the original Spanish version.
El cine independiente es más conservador que nunca: abramos el debate
El cine independiente ha muerto. Una vez más. Devolver la transgresión formal y temática al cine depende de nosotros, los y las cineastas. Pero las causas del conservadurismo más reciente son las condiciones materiales de nuestros procesos de escritura y dirección. Transformar el cine es transformar cómo lo hacemos. Esto no es un manifiesto individual: es una llamada a la comunidad. Es hora de abrir el debate.
‘Videodrome’, de David Cronenberg (1983)
En los últimos meses, una pregunta se repite al salir de las salas de cine, en las conversaciones entre amigas y amigos y en las aulas de la universidad: ¿cuál es la última vez que un debut español nos pareció rompedor? ¿Que vimos una película profundamente arriesgada? Una serie de tendencias formales, temáticas y estéticas se han vuelto demasiado habituales en nuestro cine independiente como para no identificarlas.
En lo temático, algunos de estos tics independientes son la autoficción, el coming-of-age estival o el retrato de la desigualdad desde un punto de vista privilegiado. En lo formal, los formatos cuadrados, el celuloide, la iluminación natural, el registro minimalista de los diálogos o el uso exclusivo de música diegética, por citar algunos ejemplos. Podríamos discutirlos. Las películas con estas características pueden ser mejores o peores, y algunas de ellas son excelentes, pero han dejado de sorprendernos. ¿Por qué?
En la histórica tensión entre sistema y alternativa, entre cine comercial y cine independiente, la opción revolucionaria que pretende hacer avanzar el lenguaje, innovar narrativamente y cuestionar lo establecido ha generado su propio circuito de clichés y aprobación. Nuestro cine independiente nunca había sido tan conservador, y todo el cine sale perdiendo.
No: no estamos en una época menos creativa. Nuestras ideas no son menos rompedoras que las de las creadoras y creadores del pasado. El contexto en el que las producimos se ha transformado. En las últimas dos décadas, fruto de la aparente democratización de los sistemas de producción, el cine independiente ha establecido nuevos filtros desde la concepción hasta el estreno que dificultan la aparición de nuevos puntos de vista y refuerzan las tendencias ya existentes.
Siempre se ha criticado la filmografía del sistema de estudios por sacrificar la libertad artística en aras del consenso: la expresión ‘written by committee’, escrito en comisión, denuncia la cantidad de condicionantes para que una película se apruebe en Hollywood. Pero el sistema independiente europeo tiene tantos filtros como el de los estudios americanos: los sesgos se acumulan progresivamente, condicionando profundamente el proceso creativo. Para que una película independiente llegue a producirse en España, antes tiene que pasar por las fases siguientes:
El primer sesgo socioeconómico: ¿Quién puede escribir sin cobrar? La horizontalidad del acceso al sector es un mito: tras pasar por los programas universitarios y escuelas de cine (donde la mayoría de programas de profesionalización son privados), solo aquellas personas con un nivel socioeconómico suficiente como para poder desarrollar proyectos personales a tiempo completo o parcial durante meses tienen oportunidades reales de llevar sus proyectos a la fase siguiente. ¿Qué historias escribe alguien que vive en un piso pagado por sus padres? ¿Qué relación con la sociedad tiene quien puede permitirse meses sin cobrar viajando entre festivales y laboratorios de desarrollo internacionales?
Los procesos de selección en programas de desarrollo. En un contexto en el que, afortunadamente, hay más cineastas que nunca, los programas de residencias artísticas y laboratorios se han convertido en el primer filtro para la producción. Las productoras confían en su cribado y solo leen proyectos avalados por una selección previa en uno o varios de estos programas. Para que una película entre en un programa de desarrollo, un comité de selección de varias personas tiene que ponerse de acuerdo en su valor: por definición, el consenso se antepone al riesgo.
La reescritura, mentorización y pitch en residencias y laboratorios. A lo largo de todo el proceso de escritura de un largometraje independiente, las y los autores reciben opiniones de otras y otros cineastas más consolidados con la expectativa implícita de hacer cambios. Son cineastas que, a su vez, han sufrido los mismos sesgos socioeconómicos y procesos de selección para llegar a donde están. Las reescrituras sucesivas de los guiones se repiten durante meses. Como resultado, tras pasar por laboratorios en los que otros proyectos y guionistas anteriores se convierten en referentes claros, los proyectos tienden a la uniformización.
La financiación pública mediante comité. Los procesos de financiación pública son objeto de debates muy complejos, y en los últimos años han tenido consecuencias enteramente positivas como el aumento de la igualdad de género y la diversidad detrás de los proyectos subvencionados. Y sin embargo, por sus propias características (decisiones colectivas, criterios objetivos puntuables, consenso) contribuyen a reforzar los patrones ya existentes: premian los proyectos que ya han pasado por todos los filtros anteriores, y tratan de replicar éxitos pasados.
Los bajos presupuestos. El cine independiente en España cuenta con presupuestos medios notablemente inferiores a los de otros países cercanos, que condicionan directamente el espectro de temas y géneros que se pueden abordar así como muchas decisiones formales de dirección.
Todos estos filtros tienen lugar durante el proceso de escritura, antes de llegar a la producción, y por supuesto a la distribución, donde los comités de selección y jurados de festivales juegan de nuevo un rol de cribado. Las élites socioeconómicas y culturales premian de nuevo el cine independiente más conservador, que refuerza todas las características anteriores, y el ciclo vuelve a empezar. Este proceso impacta en la forma de escribir de las y los cineastas independientes, perfectamente conscientes de qué proyectos tienen más posibilidades de prosperar en el actual ecosistema. No escribimos lo que queremos: escribimos lo que podemos.
El resultado: un circuito independiente desvirtuado, que no cuestiona, sino que reafirma, más uniforme que nunca, y en el que las tendencias, las modas y los éxitos anteriores tienen un impacto del que es difícil escapar. Dos espacios, el comercial y el independiente, que son igualmente conservadores, y en los que difícilmente hay espacio para la innovación formal y temática. Y un sector cultural menos rico, menos diverso y profundamente acomodado.
Es el momento de revertir la situación. Tenemos una responsabilidad individual y colectiva: el cine independiente tiene que convivir con el riesgo. El riesgo de reconocer el propio privilegio, de renunciar a él en la medida de lo posible. El riesgo de crear en libertad. De no ser seleccionadas, de no ser premiados, de no repetirnos. El riesgo de defender puntos de vista rompedores y polémicos cuando estamos en posiciones de decisión.
Esta es una apelación a toda la comunidad de cineastas. A mis compañeros y compañeras directores, guionistas, productoras y productores. A mis alumnas y alumnos. Los discursos individuales pierden el sentido en la era de las redes: el cine independiente siempre se ha articulado en torno a una respuesta generacional. ¿Cómo transformar las condiciones materiales en las que escribimos, rodamos y producimos? Vamos a encontrarnos. Vamos a debatirlo.
Y vamos a asumir el compromiso que tantas otras generaciones de cineastas han aceptado antes de la nuestra, aplicándolo a todos nuestros procesos de creación. Sin riesgo no hay transformación.